Ha salido publicado en el diario online El Español un reportaje sobre las charlas que el pasado viernes 24 de febrero dieron varios voluntarios de la asociación Arcópoli en nuestro instituto.
El IES Manuel de Falla quiere agradecer a Arcópoli su enorme trabajo de normalización y visibilización del colectivo LGTB
Diego tiene algo que contarle a sus compañeros de clase. Entra en el salón de actos del IES MANUEL DE FALLA de Móstoles (Madrid) y se coloca mirando al resto de adolescentes de 2º de ESO de este instituto público del sur de la capital. “Es muy importante lo que os tengo que decir”, empieza. Algunas risas de sus compañeros de 13 y 14 años interrumpen su discurso. Vuelve a coger carrerilla y lo suelta: “Soy heterosexual. Megustan las chicas” Silencio. Más risas. Y muchas preguntas: “¿Hace cuánto tiempo te diste cuenta?”, “¿por qué lo has escondido durante tanto tiempo?”, “¿se lo has contado a tus padres?”, “¿cómo se lo han tomado?”, ¿por dónde vas a salir de fiesta ahora?”, “¿quién te gusta de esta clase?” “¿Eso se pega”? [...] Una retahíla de interrogantes que parece no tener fin y a las que el chaval responde entre “nervios”, “agobio” e “incomodidad”, según reconoce él mismo. Aplauso para Diego. “Enhorabuena, lo has hecho muy bien”: fin del juego.
Con este
ejercicio en el que la minoría (LGTB) se convierte en mayoría -sólo durante
unos minutos- termina la clase de diversidad afectivo sexual que la asociación
de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales Arcópoli ha dado a estudiantes de
secundaria con el fin de erradicar la homofobia. Una dinámica en la que se han
cambiado los roles: lo normativo es unos instantes ser homosexual y lo
extraordinario es ser heterosexual. “Con este ejercicio se ponen en la piel de
cualquier joven que decide salir del armario”, explica Delia Merchán,
vocal de Educación de Arcópoli a EL ESPAÑOL minutos antes de
comenzar la charla.
En los pasillos del Manuel de Falla suena esta semana entre los cambios de clases canciones de Queen. En los altavoces se puede escuchar el Somebody to love o el I want to break free, mientras la casi treintena de chavales entra en el aula magna ante la mirada de los activistas. Delante de la pizarra cinco voluntarios -no cobran por las charlas que imparten y en los mejores de los casos reciben una compensación por el desplazamiento y las dietas-, salen del armario ante los atónitos ojos de los adolescentes.
-Me llamo
Delia, tengo 31 años, soy diplomada en Magisterio y lesbiana.
-Me llamo
María Alejandra, soy arquitecta y transexual.
-Me llamo
Dani, tengo 32 años, estudiante, trabajo en Zara y soy gay.
Más risas en
el auditorio. Hasta que una de las chicas manda callar a sus compañeros de
filas: “Joder, tíos, qué infantiles. Vaya tela, parece que tenéis cuatro años”.
Se adelanta a los profesores, quienes piden “respeto” antes de comenzar con el
primer ejercicio de esta particular clase, que pretende “educar en la
diversidad”, tal y como se recoge ley contra la LGTBfobia aprobada por el
Gobierno de Cristina Cifuentes (PP).
HOMOFOBIA,
PLUMA, SALIR DEL ARMARIO, OUTING...
“Venimos a
clase a enseñar a los alumnos que la sociedad no es puramente heterosexual y
con una identidad de género específica, sino que hay toda una diversidad que
compone la sociedad y que se puede encontrar tanto en las aulas como en la
calle”, cuenta Daniel Jiménez, otro de los voluntarios que se convierte en
profe cuando sus estudios en la Complutense y su trabajo como
dependiente se lo permiten.
La clase -que
no dura más de una hora- empieza dividiendo a los alumnos en distintos grupos a
los que se les reparten unos papeles con términos relacionados con el mundo
LGTB: orientación sexual, sexo y género, homofobia, pluma, salir del armario,
outing y transexuales.
¿Homofobia?
“Cuando a una persona le gusta una persona de su mismo sexo y a otra le da
asco”, contesta la misma alumna que mandó callar a sus compañeros e insiste al
periodista en que sus compañeros “son demasiado infantiles”: “No se lo tengas
en cuenta”. ¿Salir del armario? “Acto valiente de una persona de afrontar sus
miedos”, dice otro de los chavales con el papel en la boca para intentar
ocultar la sonrisa con la que lee el término. Unas palabras que -con mayor o
menor atino- consiguen resolver los chicos, hasta que llegue la madeja “trans”:
transexual, travesti, transformista o transgénero. Comienza la explicación ante
el absoluto desconocimiento del aula.
-Transgénero:
persona que siente una disonancia entre el sexo que se le asignó al nacer y su
identidad de género.
-Transexual:
persona que ya ha concluido su transición hacia el género deseado.
-Travesti:
persona que se pone ropa -o accesorios- asignados por norma general al género
opuesto al que pertenece.
Y la pregunta:
“¿Entonces Falete qué es?”. Quien habla no es ninguno de los alumnos de 13 y 14
años, sino la profesora, que trata de poner calma ante las risas de los alumnos
a su duda. Luego, al término de la clase, se justificará ante los voluntarios
“por el lío” de términos. El mismo que se hacen los jóvenes a la hora de atinar
con el significado de pluma. “Son los gestos de una persona al hablar y al
expresarse”, dice uno.
“Una persona
puede tener pluma y estar casado con una mujer. Como Mario Vaquerizo, quien ha
dicho 20.000 veces que es heterosexual. Simplemente, su forma de hablar es
así”, explica la vocal de Educación de Arcópoli. Más dudas en el aula:
“Entonces Cristiano Ronaldo tiene pluma, ¿no? Porque en Instragram se pinta las
uñas”. Esta vez quien se apresura a responder es su compañero de pupitre: “Pero
si es portugués, ¿tú qué sabes si tiene pluma o no?”.
Los docentes apoyan a
los alumnos en las actividades programadas para una hora de clase. Silvia P. Cabeza
Estas confusiones, Delia Merchán las achaca en parte a la falta de contenidos sobre diversidad sexual en los currículos educativos actuales. Pese a que la ley madrileña contra la homofobia pretende cambiar -a través de su apartado en materia de Educación- este asunto, la norma apenas ha sido implantada este curso. Muchos de los libros de texto que se siguen utilizando en la Comunidad -tanto en colegios como institutos- no tienen páginas reservadas a estos asuntos. “No se enseña en diversidad sexual, si no no estaríamos aquí. El tema educacional es algo que cuesta todavía muchísimo, hay reticencias porque piensan que venimos aquí a adoctrinar”, explica.
"NO SE ENSEÑA A SER LGTB"
“No venimos
con un látigo para decir que tienes que ser homosexual porque es maravilloso:
es una orientación más igual que lo es ser heterosexual”, analiza la activista,
quien admite que su principal objetivo es que las siguientes generaciones
conozcan la diversidad de la sociedad: “No queremos cambiar la opinión de
nadie, simplemente que nos respeten”.
Daniel
Jiménez, gay que no tiene miedo en levantar la mano cuando uno de sus
compañeros pregunta a los chavales quién ha llamado alguna vez “maricón” a otro
en clase, deja claro en la conversación con EL ESPAÑOL que en sus sesiones “no
se enseña a ser LGTB, sino a respetar a las personas LGTB”.
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